Investigación y redacción: Gicela Moreno
En nuestro planeta del 100% del total del
agua, el 97.5% es agua salada, el 2.5% es agua dulce y casi toda se encuentra
congelada en los polos y sólo el 0.3% está
disponible para nuestro consumo.
El agua es un recurso que en condiciones
normales al seguir un ciclo natural de evaporación, de condensación, de
precipitación y de filtración en el suelo, automáticamente se purifica y
potabiliza lo que permite que la podamos consumir cuando brota en forma de
manantiales, pero si nuestra atmósfera se halla llena de contaminantes como es
el caso de los elevados niveles de bióxido de carbono, de partículas de ozono y
de metales pesados producto de diversas actividades humanas, entonces ese ciclo
acarrea dichos contaminantes generando la llamada lluvia ácida, que resulta
tóxica para los seres vivos, disminuyendo la reserva de agua potable para
consumo.
Es por eso muy importante que tomemos
conciencia de lo fundamental que es tomar las medidas y precauciones
convenientes para evitar continuar generando ciclos de lluvia ácida y permitir
el paso nuevamente a los ciclos hidrológicos naturales. Esto también aplica a
las descargas de aguas residuales que al no ser tratadas y limpiadas
adecuadamente y verterse en ese estado en los cuerpos de agua, los contamina
reduciendo aún más el porcentaje de agua disponible para consumo y
esparcimiento.
La tarea pendiente que tenemos es evitar usar nuestros
cuerpos de agua dulce como vertederos de desperdicios, siendo los humanos la
especie inteligente, debemos encontrar alternativas para evitar deteriorar los
cuerpos de agua dulce que tenemos en el planeta. Esta es tarea de todos, pues evitando contaminar los ríos y arroyos, evitamos automáticamente contaminar los mares.
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